Placetas. 2:00 de la madrugada. La noche fría como suele ser en esta ciudad, las calles desérticas , el Pelao se acerca a 7ma del Sur. Quiere llamar la atención lo menos posible e incluso evitar la hora de la noche. Parecería que fuera un viajante, un posible «contrarrevolucionario» que visita la casa del negro Antúnez.
Es Reinaldo Rodríguez Martínez del municipio de Palma Soriano, en Santiago de Cuba, conocido como el “Pelao”, ya está en la intercesión de 1era. del Este y 7ma. en Placetas pero ve una patrulla en el Paseo Martí, las luces apagadas y dos uniformados recostados al conocido carro patrullero 279, el mismo que siempre está velando la casa.
«Estoy perdido si sigo con este maletín. Van a saber que no soy de aquí y por la pinta que traigo saben que voy para casa de Antúnez y si revisan el maletín y ven los papeles … para colmo no conozco a nadie aquí, es la primera vez que vengo, ni se cual es la casa», pensó.
El “Pelao” seguía maquinando y al no tener otra opción y al no tener otro lugar donde ir optó por la decisión a mi juicio más riesgosa. Observó a su alrededor con avidez a ver en cuál casa podía dejar su carga y fue aquella en la que vio un cuadro con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en la que tocó.
-«Buenas noches», le dijo a la señora sexagenaria que le abrió la puerta.
-«El problema es que yo necesito que usted me guarde este maletín hasta que yo venga a buscarlo porque la policía está allí en la esquina y tengo miedo de que me detengan, yo no soy de aquí, voy para la casa de…»
-«No, no, yo a usted ni le conozco, yo no puedo hacer eso y estoy aquí sola y no sé lo que Ud. trae ahí.
-«Disculpe, yo la entiendo, a la gente de los derechos humanos siempre la están persiguiendo pero estoy muy cansado y vengo muerto.»
-«Espere, espere», dijo la señora reconociendo el sufrimiento y su rostro marcado por las dudas, ¿y usted para dónde va?
-«¿Usted conoce a uno que le dicen “Antúnez”? Yo sé que es por esta cuadra al doblar y tal vez ya esté durmiendo»
-«Mira niño, yo te voy a guardar el maletín pero con la condición de que tienes que venir mañana bien temprano a buscarlo. ¿De acuerdo? Mira, Antúnez vive en la segunda casa al lado del Circulo Infantil, la casa que tiene la reja, casi siempre está cerrada, pero su sobrino Sergio vive al lado. Él se acuesta bien tarde así que dile que lo llamen.»
Cuando Reinaldo, el Pelao, me hizo la historia, debo confesar que dudé mucho de él y desconfié al extremo. No podía tragarme ese cuento de que había dejado su maletín de viaje con alguien que no conoce, además, de eso ser cierto esta supuesta señora lo habría delatado y entregado el maletín a la Seguridad del Estado.
Esa noche mi esposa Yris y yo apenas pudimos dormir porque teníamos la casi certeza de que teníamos a un agente dentro de nuestra propia casa.
A la mañana siguiente quedé muy impresionado cuando envié por el maletín a mi amigo Gastón. No sólo regresó con el maletín sino que la señora le dijo:
-«Yo vi a ese muchacho medio calvo, todo sudoroso, asustado, pidiendo que le guardara el maletín, lo que me dio fue deseo de gritar a la policía y me dije este es un ladrón. Se salvó cuando me dijo que era de los derechos humanos y que iba para casa de Antunez. Yo a Antunez apenas lo conozco, nunca hemos ni hablado, lo único que sé es que ellos lo único que hacen es luchar contra las injusticias y por eso es que él y los que van a su casa tienen mi simpatía.»
¿Qué haría usted, amigo lector o lectora en una circunstancia similar? Me parece que eso dice mucho de la oposición interna y su llamado a la no cooperación. Todo esto ha de parecerle mínimo o insignificante pero a nosotros nos dice mucho, de no haber sido testigo presencial, no me lo hubiese creído nunca.